Praga, República Checa.

Praga

Por Mariana del Alba López Rosado

La recopilación fotográfica de Praga puede ser un asunto interminablemente hermoso, no solamente por la cantidad extraordinaria de arte público, sino por la diversidad e invitación al juego que hacen los pavimentos, las curiosidades que te siembra su antigua arquitectura y la espumeante topografía que se levanta en escalones cuando menos te lo esperas.

Es una ciudad que conserva su historia no solamente como arte público claramente palpable como lo podrían ser monumentos múltiples que se encuentran en las colinas, sino también con pequeños homenajes como el que se pudo ver una pequeña y estremecedora placa de metal en una plaza que hace memoria y recuerda a los estudiantes universitarios que, el 25 de febrero de 1948, se dirigieron al castillo en muestra de apoyo al presidente Beneš y sus esfuerzos por preservar la libertad y la democracia, estos estudiantes fueron brutalmente atacados por la policía comunista armada y se les reconoce y recuerda por su valentía, fidelidad a la nación y por no temer ante la defensa de una mejor forma de vivir políticamente un país. En las calles de Praga encontramos memorias que se deslizan por las paredes o bien, se adhieren a ellas, como es el caso de una de las vitrinas de una pequeña tienda que, como mandado a hacer a la medida, ha creado una ventanilla para que, toda persona que pase por ella, pueda observar los antiguos ladrillos que dieron soporte al edificio y albergaron, por lo tanto, innumerables vidas e historias.

Otro suceso -casi mágico- y puramente casual fue entrar por una pequeña calle y encontrarte con cientos de cisnes, patos y palomas que, disfrutando de la gran vista hacia el río y sus viejos puentes, crean una escena maravillosa de convivencia, de belleza natural y regalan, a quien les observa con cautela, una sensación de estar viviendo una diversidad urbana incomparable, única e irrepetible.

Para no extenderme, diría que es una ciudad para caminar-la, para pisarla firme con todos los sentidos en alerta, no vaya a ser que pasemos por las más puras expresiones de historia y reivindicación y queden inadvertidas ante nuestros ojos. Es una ciudad para dejarse embriagar en belleza, por su convivencia con los cuerpos de agua y por sus juegos topográficos que te permiten, como visitante iluso, ir descubriendo las bellezas de los techos y sentirte toda una espía mientras afinas la vista para descifrar las distribuciones de patios interiores que, en completa armonía, dibujan una ciudad diferente, siempre rojiza y caóticamente deslumbrante.