Investidura y espacio público.
Hablar de espacio público y política podría llegar a ser redundante si pensamos la polis en sus orígenes, pues el espacio público era (y debería seguir siendo) inherentemente político. Hoy me he pasado la tarde viendo el debate de investidura y, para resumirles, una vez más gobernará en España el Partido Popular, conocido por los inmensos recortes económicos en los servicios más básicos y por someterse -sin cuestionamiento ni recelo- a las peticiones de austeridad que impone la Unión Europea y otros sectores financieros. Han sido años de desgaste social y económico, y hoy sus gestores de alzan victoriosos en una investidura que deja mucho que desear, pues, como anunciaba hoy el diputado Gabriel Rufián de Esquerra Republicana de Catalunya, ¨el bipartidismo (tradicional, agregaría yo) ha muerto¨.
No pretendo hacer un análisis político-partidista en sí mismo. Lo que sí me gustaría es reflexionar brevemente sobre lo político del espacio, sobre la toma del espacio público para convertirlo en escenario perfecto para vindicar el derecho a la manifestación. Mientras el debate de investidura estaba en curso, los ciudadanos españoles salieron a la calle en la tarde del sábado para manifestarse. La marcha tuvo como destino la Puerta del Sol, una plaza pública que es testigo de todo tipo de eventos y que tiene una simbología difícil de ignorar.
Centro mi reflexión en la importante apropiación de la polis que se ha dado en la noche de hoy en la ciudad de Madrid. La ciudadanía, asumiéndose política, ha salido a la calle, se ha manifestado en contra de la investidura de un partido que, no solamente ha propulsado innumerables recortes económicos al estado de bienestar, sino que ha sido el creador de leyes como la Ley de Seguridad Ciudadana (o conocida en otros medios como la Ley Mordaza). Esta ley regula las manifestaciones en los espacios públicos, limitando que se hagan frente al Congreso, el Senado o los parlamentos autonómicos, penaliza las manifestaciones que buscan impedir los -siempre inhumanos- desahucios, penaliza manifestaciones en monumentos o edificios públicos, la grabación o el uso de imágenes donde salgan agentes de seguridad del Estado, entre otras cosas. Esta ley penaliza toda manifestación que se haga sin avisar. En otras palabras, penaliza el ejercicio democrático en la ciudad, no limita la forma, el lugar o el momento, sino que lo castiga de raíz, por considerar el acto político de los ciudadanos una amenaza a su autoridad y a la perpetuación de sus privilegios.
Lo importante para entender a cabalidad esta reflexión es ver las imágenes que nos ha dejado la noche de hoy, personas de todas las edades manifestándose en las calles, en las plazas, alzando su voz firme, con cánticos, con mensajes en pancartas y banderas de todo tipo. Fue una noche de indignación que llevó a la toma del espacio público, a su reivindicación frente al partido que ha oprimido al ciudadano, empobreciéndole y quitándole, cada vez más, esa seguridad privada (vivienda, sanidad, educación), que resulta esencial para garantizarle a las personas la oportunidad de estar políticamente presentes en la ciudad.
El reclamo por una ciudad más justa, democrática y heterogénea es, por su naturaleza, un asunto político. En un ejercicio constante por la conquista del derecho a la ciudad encontramos días como el de hoy, donde ciudadanos y ciudadanas recuperan el espacio público y lo dotan de significados y de una indignación rebelde que quedará plasmada en la historia del lugar y de sus presentes. Ese espacio ya no será el mismo porque su neutralidad resultaría fatal, y porque es (y seguirá siendo) el lugar que sustenta ese quehacer político desde la base ciudadana. La conquista del espacio es un ejercicio sano en democracia, asumirnos ciudadanos políticos es vital para no quedar como agentes pasivos en un escenario donde, desde la autoridad, se hace alarde de la democracia únicamente cuando toca ir a las urnas. La ciudad es nuestra, pero es a través del entendimiento de que la política también es nuestra, cuando lograremos tener el junte de excelencia para construirnos como ciudadanos que habitan el mundo, que lo viven, que lo padecen, que lo reflexionan y transforman. Es por todo ello que toca politizar el espacio público como lugar de reunión, como lugar de debate, de presentación de ideas y alternativas, como refugio de los que no encuentran a donde ir y como escenario para todos los que deseen persuadir. En este espacio lograremos gestar la verdadera ciudad, siempre desde la sensibilidad, la empatía y la justicia. ¡A por él!
Pueden clicar para ver imágenes de algunos cánticos en las calles o la presencia de pancartas en la Puerta del Sol.
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